La nube negra es como el rulo: siempre vuelve

viernes, 17 de septiembre de 2010

Agustina - Le petit

Agustina a los 4 años. Mirada amenazante, sonrisa burlona.


¡Ay!, quien pudiera vivir para siempre como se vive a los cuatro años. En esa época se desconoce lo que significa un problema, lo que produce la angustia, el camino hacia donde te lleva la desesperanza.
Cuando yo tenía 4 años era feliz, pero estaba ciega. Suena bizarro, pero si uno lo piensa con detenimiento no lo es: a los cuatro años se es feliz porque se desconoce la realidad, o bien se conoce una realidad distorcionada. Si alguien se muere, al niño le dicen que se fue al cielo. Si hay odio entre el padre y la madre, al niño le dicen que se quieren pero que ya no pueden estar juntos. LE MIENTEN, y eso hace que en la mente de la criatura los problemas no se desarrollen como tal.
Así viví toda mi infancia, conocía pero desconocía a la vez, y no me importaba porque yo no sabía lo que era un problema, entonces no me preocuaba. Vivía inmersa en mi mundo de muñecas y juguetes mientras que afuera de desataban guerras tras guerras.
Cuando crecí adquirí la capacidad de poder ver la realidad de la vida, y eso provocó un choque entre mis dos versiones que me dejo secuelas que hasta el día de hoy me acompañan. Me atormenta tener que estar tan cercana a la realidad y por eso, en algunas ocaciones, prefiero ignorarla. Prefiero elegir otro cuento, prefiero pensar que todavía tengo 4 años y que no tengo ninguna razon para preocuparme; entonces cierro los ojos, me tapo los oídos y soy feliz. Me invento cualquier historia y no pienso en cosas que me afecten. Pienso en que todavia soy una nena, y que para la etapa del sufrimiento, todavia queda un largo camino. Pero la realidad siempre vuelve a pinchar la burbuja y me doy cuenta que las muñecas, la mancha y la escondida, son solo recuerdos del pasado y que lo que me toca ahora es enfrentar la vida. Madura o inmadura, pero acá estoy, y la vida me vuelve a pegar una cachetada para despertarme.

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